Escapadas

Los viajes karramarreros

1. Ruta asturcantábrica (12 - 19/ 07 / 2011)
2. Francia (25 - 29/ 07 / 2010)


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1. Ruta asturcantábrica (12 - 19/ 07 / 2011)



Una buena semana, todo hay que decirlo. 1000 y pico kilómetros recorridos en un Opel Corsa en compañía de 3 karramarros, cada uno con sus tablas, toda una travesía llena de aventuras. La idea del surfari comenzó hace mucho, aunque tardó suficiente para darse forma a sí misma. Las fechas de muchos de los karramarros no coincidían, así que no podíamos ir 8 personas a un mismo surfari. Mezclando fechas y haciendo cálculos nos surgió la posibilidad de hacer un pequeño surfari, en el que 3 karramarros viviríamos al más puro estilo "perroflauta", recorriendo la costa desde Tapia, la punta este de Asturias, hasta casa, pasando por Cantabria. Una travesía increíble, os lo aseguro.

Hay que decir también que ha sido una de las mejores experiencias que hemos vivido. Hemos tenido buena suerte algunas veces, mala suerte en otras, hemos hecho buenas migas y también hemos tenido pequeñas desventuras... Nuestro único fin era pasarlo en grande cogiendo olas, y la verdad es que lo hemos conseguido. Además, para poder contarlo no hemos podido optar por una cámara de vídeo, así que toda el surfari ha quedado redactado en lo que llamamos "El cuaderno de bitácora", dos trozos de cartón sacados de la caja de unos cereales, en los que apuntábamos todo lo que nos pasaba cada día, como si fuera un registro completo de todo lo que hacíamos los karramarros. Se puede decir que esta odisea tiene de todo, y si alguno de los que lee esto le entran ganas de hacer una ruta semejante solo puedo decir que... Adelante!!

* Día 1: El día 1, caía un martes, el 12 de julio de 2011. Salíamos desde Bilbao, después de hacer las compras con toda la comida y todo lo que encestábamos. No fue un madrugón muy grande, pero la verdad es que se notó que no dormimos mucho la noche anterior... Los 3 karramarros ansiábamos llegar a nuestro destino, Asturias. Nuestro plan era comenzar desde la punta este (es decir, la frontera con Galicia, en este caso Tapia) y volver a Bilbo pasando por diferentes playas catando diferentes olas.

Comienza la marcha, a por todas!

 A decir verdad tuvimos bastante mala suerte con las olas ese día. Todo estaba muy revuelto en todas las playas, y eso que miramos en unas cuantas. Nuestro único deseo cuando llegamos a Tapia era conseguir sitio para dormir. Pensamos que lo mejor tal vez sería tirar para la playa de Serantes, donde las rocas podían ocultar cualquier tienda de campaña. Pero el viento nos pegaba de frente y esa noche iba a llover de lo lindo. 

La playa de Serantes, todo de película
 Así que pensamos en ir a algún camping, para poder pasar la primera noche. Pero ojo! Ninguno de los campings nos dejaba cocinar con el campingas, porque se ve que el tema de la hoguera y el fuego está muy controlado por ahí... Pero señores, que se trata de un campingas! 

Cocinamos en un parking de por ahí...
 En fin, al final optamos por dormir en la playa... Y se nos apareció el santo, porque cuando estábamos esperando en el parking a que el coche que quedaba se marchara nos vino una chica, la dueña del chiringuito de la playa... Se llamaba Creo, y nos comentó que si queríamos dormir en la playa estábamos haciendo mal, porque la marea alta nos llegaría a la tienda. Así que si queríamos ella nos dejaba el toldo del chiringuito para poder dormir, "El pirata de Sarello". 

El txiringuito, "El pirata de Sarello"

 Nos comentó que quizás el único problema que tendríamos era una familia gitana, que hace poco le habían hecho alguna birlería en el chiringuito, pero que era probable que no nos iba a pasar nada. Y no solo nos dejó dormir, nos invitó a unas cañas y unas patatas fritas... La verdad es que se lo agradecimos muchísimo, y nos vino bastante bien dormir debajo del toldo, más que nada porque nos protegía del viento, y sobre todo de la lluvia. El primer día había empezado con buen pie, y esperábamos que los siguientes fueran mejores.


 * Día 2: Madrugamos muchísimo solo para darnos cuenta de que esa noche había llovido a mares. La mar, revuelta. Segundo día de mala suerte con las olas. Desayunamos y decidimos marchar a la playa de Penarronda, a 10 minutos de donde estábamos. Antes de nada le dejamos una nota a Creo, agradeciéndole muchísimo el trato que nos había dado. 

Vaya tres!
La nota de agradecimiento, gracias Creo
  Recogimos el campamento y tiramos hacia la playa de Penarronda. La verdad es que estaba vastante revuelto, pero entre tanto jaleo salía alguna que otra ola. No nos lo pensamos dos veces, cogimos los trajes y las tablas, y nos dispusimos a dar el primer baño del surfari. 

Este pedrolo estaba en medio de la playa, nosotros cogimos olas a la derecha
  Todo estaba muy revuelto, pero salían dos picos definidos. Lo malo fue entrar hasta dentro, porque entre corriente y corriente y las olas que rompían con fuerza se nos hizo un poco difícil. Aún así pudimos coger alguna que otra ola, que no pasarían del metro de altura. Un baño extraño... Yo tuve que salirme porque me sentía mal, y resulta que tenía fiebre o que estaba enfermo.

Vaya dos karramarros
 Después del desastroso baño comimos en el parking de esa playa, y no se nos ocurrió otra cosa que vaguear un poco, escuchando música en el coche. Volvimos a Tapia, al pueblo, a dar una vuelta y hechar un ojo a las playas. La playa de Tapia vimos que era bonita para andar con tablones, ya que las olas rompían sin demasiada fuerza, y con un tablón eso se podría haber cogido sin problemas. Bajamos a una calita que había abajo y nos tumbamos al sol. 

Tomando el sol plácidamente

La serie venía genial para cogerla con tablón

Se nos hacía tarde, así que decidimos volver al chiringuito de Creo, para preguntarle a ver si nos dejaba dormir otra noche más bajo el toldo. Cuando la vimos no se lo pensó dos veces, nos aceptó la propuesta que le hicimos. Nos dijo que también había leído la nota.En agradecimiento nos sacamos unas cañas y unas patatas, para poder por lo menos darle algo nuestro. 



Cenamos con leche caliente (que nos calentó ella) y dormimos de la misma manera que la noche anterior, deseando que la mañana siguiente fuera mejor respecto a las olas.


* Día 3: Nuestras plegarias habían sido escuchadas!! La mar se había ordenado, por lo menos. Cuando amaneció el sol entraba por las nubes, y alumbraba la playa de Sarello (o Serantes, como queráis). Todo estaba ordenadísimo, pero no había mucha ola. 

Tomando el desayuno en el txiringuito
Recogimos todo a todo correr y tiramos de nuevo a Penarronda, pero para nuestra sorpresa descubrimos que no había olas de buen tamaño... No dábamos una! No se como surgió la idea, pero Borja comentó algo de ir a Xagó. No teníamos otra playa en mente, así que pusimos rumbo hacia el este. Antes de nada, por cierto, pasamos de nuevo por el chiringuito de Creo a dejarle otra nota, diciendo que ya nos marchábamos, y que le fuera todo bien.


Pasamos por Navia, y al ver que había playa decidimos investigar. La playa de Navia estaba muy tranquila, pero ojo, si subíamos una carretera llegábamos a un mirador, donde había una playa, la Playa del Moro. Nos asomamos por el mirador y si, ahí estaban las olas que andábamos buscando. La serie traería un metro de olas largas y tuberas, y en esta ocasión bajamos directamente el barranco para coger olas.

Una bonita playa, sin nadie que molestara

Este era el pico al que entramos

El fondo resultó ser algo rocoso en ocasiones, pero como dice un viejo proverbio "las rocas son tus amigas, te tienen ellas más miedo a ti que tu a ellas", así que entramos de cabeza. Y la verdad es que fue uno de los mejores baños, aunque luego sería eclipsado por las olas que encontramos en otras playas. 

La única foto que tenemos de nosotros haciendo surf... 
¿Qué esperabais? Estábamos siempre en el agua! jaja
Aún así el metrazo que rompía era muy manejable, y al estar solamente nosotros tres solos era una gozada pillar olas. Además, la Playa del Moro parecía el escenario de una película, lo que le daba un toque diferente a esa playa. 

Colosal acantilado con dos surfistas...
 Después de un laaaargo baño hicimos las compras para la comida de ese día. En el Eroski compramos unas hamburguesas, y cocinamos en un skatepark que estaba cerca del lugar. La mejor comidita que hicimos, según decimos.

Makinando las hamburguesas...
Resultado final, simples pero increíblemente ricas
 La comidita nos entró muy bien, y que mejor manera de disfrutar de una digestión que tumbándose en la hierba y echarse una siesta... La merienda fue lo que vino después, y finalmente decidimos por acampar en el mirador de la Playa del Moro. Algo arriesgado, pero no teníamos otra cosa que hacer. Esperábamos encontrarnos con mejores olas que el día anterior, y la verdad es que no empeoraron.


Una meriendita con bonitas vistas

* Día 4: Madrugón a las 6:45... Pero algunos ya habían madrugado antes que nosotros... Me refiero a la Guardia Civil, que justo nos pilló recogiendo la tienda de campaña... ¡Menudo fail! El año pasado ya nos pasó en Francia, y esta vez nos pillaron de nuevo... Nos pidieron el DNI y nosotros recogíamos a todo correr la tienda de campaña. Un chico y una chica eran, y sin más, cogieron los datos y nos devolvieron los DNIs. Nos dijeron que acampáramos en un lugar más discreto, porque aunque la playa fuera más bonita era mejor acampar en otro sitio... ¿Playa bonita? Si, pero las olitas que nos cogimos después del madrugón nos quitaron el mal sabor de boca.

Increíble amanecer, mereció la pena levantarse tan pronto

Esta ola rompía al otro lado de la playa, era un pequeño slab que cogía una forma brutal con la serie... 
Una ola que quedó por experimentar...


Después del baño en el Moro decidimos tirar para Xagó, donde creíamos que podría haber olas. Hay que decir que todo el viaje lo hicimos sin saber nada de las previsiones, así que tuvimos como compañera a la suerte, porque sino no hubiéramos cogido las olas que cogimos en Xagó...

Buena siesta entre tantos coches...

Nuestro amigo el perro

Fueron olas increíbles, con bajadones tremendos. Las izquierdas del pico caían con metro y medio, incluso las más grandes se puede decir que entraban con 2 metrazos que abrían unos tubos bastante espectaculares. Solo con ver las olas ya había merecido entrar al agua. De verdad, muy espectacular. No nos pusimos en el pico, sino que optamos por otro pico más centrado, donde estábamos nosotros con otros 2 o 3 surfistas, y nos fuimos turnando las olas buenamente. Un buen recuerdo.


Eran tan grandes que no se podían ver las de atrás!


Desde fuera se veían bien, pero desde dentro eran mejores
Se hacía de noche, y nos surgió la idea de ir a probar Rodiles. Con la marejada que entró en Xagó seguro que tendríamos unas olitas increibles en la ría, así que a tirar millas hacia Rodiles. Pasamos por el faro de San Juan a comer un bocatuka de atún y sacarnos alguna foto, donde un asturiano nos sacó una foto amablemente y nos dijo que era fan del Athletic de Bilbao... Jaja te puedes encontrar de todo por ahí.

Foto de portada de disco

El faro con sus vistas
La horita de viaje se pasó medio volando, pero nos temíamos eso de acampar en la calle. Rodiles no tenía muchas posibilidades, así que pensamos en ir a un camping. Hicimos bien, en un camping bastante agradable donde no nos salió tan caro como pensábamos. Dormimos plácidamente, una buena noche con suelo liso...


* Día 5: Esta vez nos despertamos tardecillo, pero desayunamos rápidamente y cogimos tablas y neoprenos, hacia la ría de Rodiles. 


Hay que decir que yo por ejemplo no había oído hablar de la ola, más que nada porque soy casi un ignorante de las olas, pero ese día no estuvo a la altura de las espectativas. Mis amigos me repetían una y otra vez que la ola era equiparable a Mundaka, no en fuerza, pero si en calidad. Y lo que nos encontramos fue unas olas de medio metro, y solo la serie llegaba a ese tamaño, con olas desfasadas y desordenadas. 


Rodiles... Nada especial ese día...
Además, si le sumamos al desfase olero el factor "locales" sacamos un baño desastroso. Sabíamos que los locales eran conflictivos, y la verdad es que no tuvimos ningún problema, pero vimos ejemplos del localismo puro y duro. Era incómodo saber que no podías estar tranquilo mientras remabas una ola, sobre todo después de ver el altercado provocado sin duda por uno de los locales con un surfista gallego. Fue muy chocante, sobre todo si tomamos en cuenta que en la costa vasca pocas veces llegan a ser tan violentos los locales. En Rodiles se palpaba la tensión y el desprecio que te tenían, y eso en una de las playas vascas no pasaría, porque seguramente algún local vasco estaría encantado de hablar con cualquier extranjero que se pasara por ahí. 



No duramos ni media hora, eso se plagó de locales, y no pudimos coger ni una ola. Comimos en el camping y echamos otra buena siesta dentro del coche.

Un rico arroz a la cubana quita el hambre a cualquiera
 Más tarde compramos Sidriña para festejar un poco la cosa. Pero esa noche iba a llover, se veía en las nubes, y decidimos meternos pronto en la tienda. 

Asturias... Patria querida...
La noche fue un poco desastrosa, dormimos como si bailáramos SKA a ritmo de los Skatalites, con el viento pegando por todos lados y la lluvia entrando por la puerta rota... Todo un poema...


Día 6: Madrugón supremo y desayunar. Aunque merecía la pena madrugar solo para ver si Rodiles rompía o no. Fuimos en silencio sin hacer ruido para no despertar a los acampantes, armados con nuestras tablas y trajes. Cuando llegamos a la playa nos dimos la sorpresa de que la marea estaba muy alta, y la ría solo rompía con baja. La derecha que surgía en la playa era suculenta, pero después de pensarlo durante un rato decidimos entrar en la ría... Todo parecía que iba a salir mal, pero no amigos...

De camino a la perfección...
La primera media hora se resume en "la corriente". Era imposible quedarse quieto en el pico, ya que la corriente empujaba para dentro, y eso sumado a la ola (que todavía no rompía) hacía un poco frustrante el baño. 

Rodiles sin formarse todavía del todo, había que esperar
 Así que optamos por otras cosas, y nos fuimos saliendo poco a poco hasta llegar a las olas que rompían casi en la orilla. Y la verdad es que no tuvimos malas olas... ¡Eran geniales! La gente dice "Rodiles es de izquierdas", pues yo digo "Rodiles también es de derechas", y es que nos topamos con unas olas rápidas y tuberas, que había que coger a toda velocidad y salir de la misma, solo para que no nos pillara el revolcón. Es lo bueno de conformarse con poco, un bañito agradable sin gente que te raye.

Rodiles no solo es de izquierdas...

Estuvimos así como una horita, y nos dimos cuenta de que la marea estaba bajando. Decidimos salir, pagar el camping y volver al agua, porque si no nos cobraban un día más extra, y no queríamos que eso pasara. Cuando volvimos la ola rompía.


Poco a poco se le daba forma

Entramos nerviosos. La ola era increíble. Pequeña pero matona al principio, luego fue mejorando con el tubo y el tamaño. Estábamos un local y nosotros tres karramarros, con lo que nos sentimos muy tranquilos y pudimos coger alguna que otra ola perfecta antes de que viniera la cuadrilla de locales. Nos dimos cuenta de que éramos los únicos de fuera, pero no nos metíamos en el pico, y eso nos dio una pequeña ventaja, porque se puede decir que nos aceptaron en el clan. 




La forma que cogían mientras bajaba la marea era increible, olitas preciosas


Todo esto se fastidió cuando entró más gente, y tuvieron que ponerse bordes a gritar a gente, pero nosotros ningún problema, intentando coger las olas que ellos no cogían. Hay que decir que, aunque fueran locales y te gustaría que fueran más agradables con la gente y no tan cabrones, los tíos cogían unos buenos pepinos, y solo con verlos ya te quedaba el buen sabor de boca de estar en la pedazo ola. Un baño que nunca olvidaremos.


El abismo de la perfección...
 Cuando salimos del agua solo nos salían sonrisas, pero esa sensación de no coger olas del pico porque estaban los locales era muy rara... Empezó a llover, y nos dirigimos hacia Llanes, un pueblo bastante agradable. Patinamos un rato y después buscamos una ola que debía romper en una playa difícil de llegar, pero que un karramarro sabía como llegar. Pero era tarde, y teníamos que dormir.


En la playa de Andrín, un pueblo a cinco minutos de Llanes, había un pequeño bar. Le pedimos al chico a ver si nos podía dejar dormir en la parte de atrás, y nos dijo amablemente que no podía hacer eso, que si pasaba la Guardia Civil se le podía caer el pelo. 

La playa de Andrín, con su atardecer
Pero bueno, nos fuimos al parking que había justo atrás, y nos topamos con bastantes tiendas de campaña y con gente del norte. Unos gasteiztarras estaban acampando y nos dijeron que no habían tenido problemas de momento, y otros dos que se acercaron a mirar las olas no se cortaron en poner Des-kontrol a todo volumen... Como estar en casa la verdad. Unos catalanes daban vuelta con su hijo pequeño, que aprendía a andar... En ese momento reinaba la calma, una bonita calma después de coger buenas olas. Nos sentíamos dioses!


* Día 7: La alarma sonó a las 6:00 de la mañana. No nos arriesgamos a la Guardia Civil, y marchamos de ahí para terminar en el pueblo de Llanes, durmiendo en el coche! Un dolor de cuello tremendo... A las 8:00 de la mañana se nos ocurrió bajar a la playa a dormir, y ahí nos quedamos. Hablamos de la travesía, y pensamos que lo mejor que podíamos hacer era tirar al Brusco, en Cantabria. 


Los Picos de Europa dominando las alturas, un viaje con bonitas vistas

Dicho y hecho, pusimos rumbo hacia casa, y paramos en Torrelavega, en el skatepark. Después de unos patineos comimos ahí y marchamos hacia Noja, a ver como andaba el Brusco. 

El Skatepark de Torrelavega, completito completito
Nos costó llegar, pero mereció la pena. La ola no rompía con todo su esplendor, pero se veía grande y potente. No nos lo pensamos, un bañito no vendría mal. Entramos y cogimos pocas olas, para no terminar cansados. Ni un solo local, solo 3 ingleses que le chanaban que flipas, así que fue un baño agradable. Al estar tan cerca de casa ya notaba que la fuerza de las olas incrementaba.


El ruido que hacía al romper era algo que retumbaba, mucha fuerza tenían estas




Salimos, pero algunos carteles nos empezaron a asustar. "Prohibido acampar, 30 euros por metro cuadrado" taltaltal... Estábamos jodidos. Pensamos en acampar solo con el saco, pero se veían las nubes, y optamos por un camping. Nos quedaba poco dinero, así que ese camping sería la última oportunidad para coger olas. Nos pasó lo mismo que en Rodiles, mal tiempo, y dormimos con lluvia y vientaco mortífero. Si en Rodiles habiamos bailado ska por la noche en la tienda, esa vez estuvimos en un concierto hardcore de heavys locos.  Entre el viento y la lluvia llegamos a sentir el techo de la tienda en la cabeza mientras intentabamos dormir.


* Día 8: El último día de la travesía. Nos dimos cuenta que cometimos un error en pagar el camping, más que nada porque la mar estaría desfasadísima. El Brusco no fue una buena opción, así que nos planteamos eso de catar más olas. No teníamos dinero, y comida nos sobraba algo. Pero con el mal tiempo no nos la podíamos jugar, y dijimos la de volver a casa, pero no sin pasar por Laredo. 


El viento era noroeste, perfecto para la playa, y nos dio tiempo a desayunar (a las 13:00) y entrar un rato. Nada que comparar con las olas que cogimos en otros sitios, pero bueno, algo es algo.



Salimos y decidimos volver. Un gran viaje que terminaba de la manera que uno no se espera. Pero bueno, no nos fue tan mal como pensábamos. Tuvimos suerte con las olas, y nos pasó de todo. Con buen sabor de boca y después de poner todas las ganas en hacer surf volvimos a nuestro hogar, con ganas de poder contar la odisea a nuestros amigos.


Prometemos que el año que viene el viaje lo haremos con cámara de video, porque vamos, leerse esta chapa es muy interesante, pero grabar vídeos con fragmentos seguro que os duele menos la vista! Queremos agradecer a mucha gente del viaje, como nos pasó con Creo, el encargado del camping que nos ofreció una ducha y aseos aún después de que se pasara el plazo del camping, a Poseidón por mandarnos buena sarta de olas, pero sobre todo a vosotros que tenéis tiempo para leer nuestra historia. Ya sabéis, los karramarros siempre estaremos agradecidos!

Un saludo karramarreros!! Arriba Borja, izkierda Mikel, derecha Iñaki.



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2. Francia (25 - 29/ 07 / 2010)


El primer surfari de nuestras vidas. Todo comenzó con una vaga ilusión en nuestra cabeza. Entre baño y baño frases como “Eh, ¿en veranito tiramos para Francia de surfari o qué?” fueron las que finalmente nos empujaron a quedar en un bar a 7 surfers juntos. Algunos ni nos conocíamos, sólo de oídas de los otros compañeros. Eso no nos hacía diferentes, pues todos teníamos en la cabeza el mismo destino. Con bloc de notas en mano y unos refreskiyos para matar el calor, fuimos dando forma a la idea que teníamos en mente.

Nervios ante todo. Quedamos en el estadio del Athletic, en San Mames, alas 5 de la mañana el 25 de Julio. Santo madrugón que nos metimos todos, a las 4 de la mañana todos en pie, cada uno en su casa. Por el metro veías a gente, todavía borracha y totalmente acabada. Te miraban como diciendo “¿A dónde coño va este pavo con una tabla de surf a estas horas?”.

Fuimos apareciendo grupito a grupito. A alguno le pudo el sueño y no apareció a la hora, pero eso no nos quitó la ilusión del viaje. Mochilas, tablas de surf, gasolina hasta arriba y buena música para el camino, tirando hacia el norte. Hicimos alguna paradita para recobrar fuerzas, y seguimos. Llegamos a Tarnos sobre las 9 de la mañana más o menos, y aparte de comprar el pan no pudimos evitar acercarnos a una de las playas a echar un ojo al oleaje. Menuda decepción nos llevamos, el mar plato. Pero no tiramos la toalla, y pusimos dirección a Moliets, un poco más al norte de Hossegor.


Hacia Moliets, Ale alee!!

Decidimos quedarnos ahí para no subir tanto la costa, y así tener más a mano la vuelta. Fuimos a la playita, donde se encuentra el camping y las pistas de gol. Como buenos bagabuns que somos, mientras unos buscábamos sitio para aparcar otros buscaban entre árboles y zarzas, un sitio para que pudiéramos montar las tiendas de campaña sin que nadie nos viera. Y efectivamente, encontraron el mejor sitio de todos, nada lejos de la carretera, y lo mejor de todo era que si salíamos de los árboles teníamos la playa a 2 mins. Lo curioso era que teníamos que atravesar el campo de golf que separaba la playa del bosque. Si veis esta foto nos montamos un chiringuito bastante decente, y eso teniendo en cuenta que había ciervos chiquitines que nos la podían liar.

Campamento base en Moliets

Nos dimos un bañito sin tablas, comimos, dormimos un rato largo, deseando que aquello se animara tarde o temprano. Y así fue, sobre las 8 de la noche, cuando podíamos ver que el sol se escondía lentamente en el mar, cogimos las tablas y entramos al agua. Era increíble estar en un lugar donde solo tienes una basta extensión de agua de frente y la playa, interminable, atrás. Te recorría una sensación que pocas veces se puede sentir, y eso junto las olitas de un tamaño suficiente que cogíamos hizo de ese baño uno de los más agradables.

Salimos orgullosos del agua, y empezó a llover ligeramente, pero nada grave. Decidimos dar una vuelta por la zona del camping, donde había buen ambiente. No pudimos evitar un ligero momento de tensión cuando vimos a los Gendarmes rondar por la zona del camping, pero no pillaron nuestra base. Y simplemente después de eso nos metimos en las tiendas para despedir aquel día tan largo, pensando que los "bambis" aquellos que rondaban nos podían despertar de nuestro sueño.

Usamos una cuerda para hacer un tendedero improvisado.

Día 26, despertarse prontito para que 3 de nosotros fuéramos a ver las olas. Quisimos dejarles un "regalito" en el green del campo de golf, pero nos limitamos a sacarnos una fotillo mañanera.

Coronando el green con Piñe, Arteta y Borja.

Había buenas olas, en mi opinión las mejores que cogimos en el viaje. Después de comernos unos cereales marchamos al agua, corriendo. Y joder, la alegría que te daba finalizar una izquierdita larga larga, de esas que no encuentras en tus playas, es tan satisfactoria que solamente deseas en volver al pico a cazar más de aquellas olas. Metro y medio ya podía alcanzar la serie.

Después del bañito comimos. Como hazaña viajera hay que decir que nos colamos en el camping de Moliets para fregar los trastos, ducharnos, etc. La verdad es que podríamos haber dormido de gratis ahí si hubiésemos querido. Pero bueno, tiramos hacia el sur, a la siguiente playa de la zona, Messanges.

El escuadrón Karramarrobila: Jongi, Borja, Arana, Arteta, Nieto, Piñe y Kepa.

Las buenas ganas nos acompañaban, sobre todo con la esperanza de encontrarnos nuevas olas. Aparcar en el parking de la playa de Messanges fue un poco aventurita, era como aparcar en Bilbo en el "Aste Nagusia". Dejamos los coches y con el atardecer que nos ofrecía aquel día entramos en las olitas.

El coche de Borja, a punto de estallar.

Un atardecer increíble, con las mismas vistas en el horizonte como en la playa. Estábamos 9 exactamente en el agua, cogiendo picos diferentes, y nos pusimos moraus a olitas. Otro de los bañitos más memorables. Kepa, que se quedó fuera porque estaba un poquillo enfermo, sacó algunas fotillos de aquel lugar.

Jongi secándose al sol.

Salimos fuera y echamos unos toques de balón y algunos trucos con el skate. Cenamos ahí mismo, en el parking, pero quisimos encontrar otro lugar para dormir. Había un parque a menos de 1 minuto de ahí, y fue donde se nos ocurrió acampar con la única luz de la luna llena. Pusimos los coches en forma de V, como para esconder las tiendas de campaña. Seguramente la luna se estaría riendo de nosotros mientras nos observaba montar el campamento, y por la sorpresa que nos llevaríamos a la mañana siguiente.

Apañando las cosas del coche a la luz de la luna.

Día 27, madrugón supremo para recoger el campamento cual gacela en celo. El fallo de aquello fue que nos pudo un poco el sueño. Sospechosamente el de la furgoneta de alado salió pitando de ahí. Aquello nos hizo pensar... Y ¿que pasó? Dos Gendarmes en quads nos vinieron a hacer una visita. Las caras que pusimos eran indescriptibles. Hablando con señas y usando un panfleto nos consiguieron explicar que teníamos que pagar 135 € cada uno, más o menos, solo por acampar. Pero nos vio cara de turistas, y aquel "merchandaising" nos dio la opción de perdonarnos la multa si recogíamos todos los papeles que había por todo el suelo. A todo correr nos pusimos a recoger, y cuando acabamos todos respiramos tranquilamente.

Fuimos a la playa de Messanges otra vez. Había muchos más surfistas que el día anterior, pero las olas, aunque fueran un poco cerrote, formaban unas bóvedas perfectas para entrar con la ilusión de salir.

Arana arreglando un toke con Nieto y Kepa.


Decidimos, después del baño, que lo mejor que podíamos hacer era coger un camping para poder dormir más seguros y sin encontronazos con la autoridad. Nos pasamos TODA la mañana buscando sitios baratos y cerca de playas, pero nada...

Comimos como puercos desdichados, al lado de un Supermarche y a la sombra de una caravana. Menú del día: embutido de chóped sarnoso con chorizo del malo en pan, y unos yogures Yop! de esos para tragar. No recuerdo haber comido nunca tan mal. Al fin conseguimos un lugar que nos salía muy rentable, en el camping de Chevreuils. Después de haber estado todo el día buscando camping nos merecíamos un bañito, así que tiramos con paso decidido a la playa más cercana. El baño no fue demasiado bueno, pero algo teníamos que hacer después de darnos tal paliza. A la noche dormimos con la música de un guitarrista que tocó unas canciones acústicas mientras jugábamos al póker en el suelo.

Empezando por la izquierda: Borja, Nieto, Kepa, Arteta, Jongi y Piñe


Día 28, como siempre despertamos muy pronto. Podíamos salir del camping a las 7, así que decidimos ir a la playa más cercana para desayunar ahí. Casualidad había otros 2 euskaldunes ahí, surfistas también, que durmieron en la playa. Una de las cosas que podíamos resaltar fue el desayuno con los "Tomi et Pilou", unos cereales de gama MUY baja, y que de repente, del mp3 del coche empezó a sonar el Eusko Gudariak, donde fueron 3 minutillos que dimos un poco el cante. Al ver que no había olas, nos quedamos un poco decepcionados, pero recobramos la ilusión en Hossegor, donde dimos unas vueltas por el pueblo, entramos a tiendas de surf y skate, algunos compraron material...

Con la tabla de Bobby Martinez, del Pro Mundaka 06.

Después de ver a unas ardillas que jugaban subiendo y bajando por un árbol, y después de una discusión sobre un tema que no recuerdo, acabamos en el camping, dándonos un bañito muy agradable. Luego, algunos se marcharon para hacer la comida, mientras otros se secaban en la pasarela de madera de la piscina. A la tarde no hicimos más que quedarnos en el camping con unas cervecitas y sangría.

Kepa, Nieto, Jongi y Arana disfrutando del bañito

 Algunos quisimos alargar la noche y nos acercamos al bar del camping, donde jugamos al futbolín y conocimos a dos francesas. Mientras nos timaban con algún chupitillo, nosotros aprovechamos para timarles un poco, y conseguimos poner nuestro iPod como música del bar. Acabamos bailando Piperrak con un ska tremendo, con el suelo mojado de la cerveza de alguno y con olor del insecticida que había en el baño. Fuimos a la camita a gusto, para amanecer con un nuevo día.

Día 29, el último día de nuestro viaje. Fuimos a Capbreton, donde nos tomamos unos chocolates calientes en un bar para poder usar el Wifi en el iTouch, para poder ver las previsiones. Teníamos el metro justo para ese día, y para los siguientes bajaba a medio metro. Decidimos que era el día para volver, más que nada porque no nos salía rentable quedarnos 2 días sin olas. Así que cogimos las tablas y entramos en la playa de Capbreton. Mientras nos cambiábamos nos volvimos a cruzar con los dos surfers vascos, que nos saludaron a vocinazos.

Había gente muy pro, que nos dejó un poco alucinados. Cogimos olas como pudimos, y cuando empezó a empeorar el tiempo nos salimos.

Olita en Capbreton

Decidimos comer en el parking de la playa de Tarnos, donde mientras unos hacían la comida otros patinaban un bunker destrozado. Aquí pongo algunas fotillos

Arana apurando la caída.

Piñe tirándose al vació.

Kepa a punto de girar apurando

Y llegó el final. Cogimos carretera hacia Bilbo. Mientras unos se desviaban para Algorta, otros nos quedamos en una gasolinera, esperando la lanzadera para ir a Bakio.

La vuelta a casa

Fue un viaje sencillo, increíble y divertido, donde 7 surfers forjaron un vinculo muy especial. Y es que, estar lejos de tu casa solo con tus amigos, hablando de aquella ola que cogiste el día anterior o comentando el tamaño de la ultima ola que has cogido, son las pequeñas cosas que te hacen pensar que el surf es más que un deporte que une amistades. Puede que sea el mismo miedo que te impone una ola colosal la que te obliga a ponerte de pies. O puede que sea la sensación de fundirse con las olas, para sentirte parte de la propia naturaleza, la que te pide que vuelvas al pico y esperes otra ola. Todas esas pequeñas cosas, que uno no sabe explicar pero que las siente, son las que hicieron inolvidable el viaje. Ahora, solo tenemos ganas de volver a ponernos sobre el asfalto, tirar kilómetros, y llegar a una de esas playas donde siempre cumplimos nuestros sueños.

Chupi pati, chupi pami, sopa de caracol, eh!