<<Dicen que no están hechas para correr solas. Que se rompen y evaporan si nadie les guía, si nadie les acompaña. Chocan y lloran, perro lazarillo sin ciego. Ave sin viento.
Duele verlas solas, caer, rodar y desaparecer. Una tras otra. Viajes largos en busca de compañía, topan el acantilado, mudo, agria bienvenida.
Son otras, las que en manos de lo fortuito, vuelcan su esplendor allí donde las vemos, donde no las perdemos, donde la invitación se sugiere, y se acepta con discreción.
Entonces se levanta y saluda, compañía elegida. Extender la mano, levantar y que el alma aplauda, correr para ver…y entrar.
Tic. Tac.
El tiempo es hielo ahi dentro. Perfecto abrazo, un murmullo y tu respiro.
Un ruido gutural sale de la garganta, encogida, tensa y nerviosa. Se cierran los puños, carceleros del placer interno. >>
Son tantas las olas que perdemos mientras dormimos, estudiamos y besamos. Pero mayor es el accidental encuentro el que ella, creada lejos en tiempo y espacio, haya ido a parara a ese lugar donde te encontrabas, en ese mismo momento. Que se haya erguido, que te haya acogido, que te haya envuelto y te haya soltado; efímero edén casual. Últimos compañeros de la ya destruida, un alborozado adiós, una reverencia y su recuerdo para siempre. Celebramos el fin de la misma con júbilo, y agradecemos el encuentro.
Ella es imprevisible, casual, accidental, eventual, aleatoria y sobre todo, imprescindiblemente esporádica.
joder que bonito
ResponderEliminarmuy bueno!
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